Hace meses, durante los exámenes, cada vez que paraba por casa escuchaba un sonido, siempre el mismo. Un pájaro. Pero no uno cualquiera, sino un pájaro con sistema antirrobo. Se me ocurrió grabarlo y este es el resultado:
¿Qué pudo ser?; ¿un coche que atropelló al pájaro?, ¿un pájaro que se comió al coche?, ¿un pájaro con pánico a que le metan mano?, ¿un coche con ganas de volar tras quedarse sin drogas?, ¿una cabra con tiritas en los genitales?. ¿Qué pudo ser, lo que causó tal nexo entre vida y arte? (para los que no me conozcan, los coches son arte ¿vale?).
Si os fijáis, el alarm-bird goza de todos los detalles y extras como el apagado a distancia. Se puede percibir éste cuando, al final, la alarma se apaga con dos pitidos secos, obviamente causados por el dueño del birdcar. Este puede ser una nueva revelación de como todos los seres vivos queremos ser un poco más coches cada día; una obsesión arraigada en nuestra presencia junto a ellos, los automóviles.